Resignado a proseguir con su vida (como siempre), se levantó pese a que aún faltaban horas para ir a trabajar, fue al baño y se vio al espejo para chequear si sus ojeras seguían ahí. Era perfectamente consiente de que no se irían a ningún lado y que serían su estigma hasta el fin de los días, pero aquel día era diferente, se percató de que esta vez estaban más profundas, más oscuras y más presentes, borrando casi al instante todos sus demás rasgos faciales, pero aún así sus ojos, sus ojos delataban su miseria y un leve brillo hablaba sobre su culpa perfectamente consciente.
Ya no sabía que hacer, el suicido había dejado de ser una opción, desde que tomó la decisión de proseguir con su vida. Pedir ayuda de nada le serviría pues nadie era capaz de comprender su extraña situación o bien nadie le creería y lo tacharían de loco, y menos pensar en solucionarlo, simplemente no podía.
Es difícil ser consecuente con el pasado, y aún más aceptarlo sin saber que se está aceptando. Triste realidad es la de aquel que no recuerda nada pero a la vez lo sabe, siendo marcado sin poder olvidarle, el pasado nos hace quienes somos, y sus consecuencia nos siguen forjando tales como personas, pero ¿Cómo seguir aceptándolas sin recordad su causa? ¿Como olvidar que no recuerda lo que tiene que recordar?
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