Habitan en mí, una infinidad de
seres reverentes. Ellos, son mis amigos, y sin embargo se dedican a causarme
estragos en la vida. A unos les llamo ángeles, son la mitad de ellos. Son los
racionales. El esplendor de la mente y la lógica teje sus ideas y les viste con
virtudes, las de ellos. Siempre les gustan las cosas como son, como se
planearon. Un cambio, una situación, les causa la mayor ira y enojo racional.
Todo está en la razón, todo es razonable. Los otros son los demonios, puramente
emocionales. Les gusta vivir sus pasiones, las confunden y pintan de diferentes
colores.
Si están felices, se pelean y
golpean bestialmente. Si se sienten angustiados, duermen plácidamente. Si están enojados, ríen y el cariño les fluye
desde las entrañas. Pero siempre lloran. No usan ropajes porque se mojan con el
llanto y pueden enfermarse. Y si se enferman, se mueren, y si se mueren, no se
emocionan, y si no se emocionan ya no serían ellos mismos.
Los ángeles les tienen miedo,
por eso les pusieron el bastón en la frente y los empujan para subyugarlos, por
que si se paran, van a ser iguales.
Hace poco que se cansaron y
decidieron sentarse con los otros, bajaron báculos y reposaron.
Ahora se están golpeando en una
orgía desaforada de confusión latente. Ellos ya no son ellos, a veces los
demonios son los ángeles y los ángeles se desnudan para mojar sus ropas. Ellos
son los amigos.