miércoles, 16 de marzo de 2011

Encarcelamiento escencial

Debes en cuando decido embarrotar mi mente, encarcelarla para apaciguar lo implacable y ocultar lo olvidado, pero hoy es diferente.
Al proceder con mi rutina inconsciente, algo está raro, quiero algo pero no sé lo que busco exactamente, no quiero comer, no quiero hablar, tampoco charlar sobre el tema. Sólo quiero echarme y dejar que el cansancio se levante solo, marche hacia la puerta y se largue. Pero algo me dice que no debo de reposar, mas bien, algo me impide descansar. Deseo algo, sé lo que quiero, o al menos sabía, quiero algo que me ayude a evadirme, pensé en el trago, en ahogarme conmigo y mi yo por un rato, como cualquiera, pero no me convence. Pensé en volverme al ejercicio eterno, pero no me alcanza.
Sé lo que quiero y lo que quiero es olvidarlo

jueves, 10 de marzo de 2011

ojeras delatoras

Repentinamente despertó con un sobresalto, de nuevo soñaba que caía al vació, sabía que a todo el mundo le pasaba, pero no 6 veces seguidas en una misma noche. Ya ha perdido la cuenta de cuantas noches no ha logrado reposar sin jugarretas ni advertencias de su inconsciente, ojeras profundas se han vuelto su marca y le recuerdan aquello a cada momento, cuando las siente, cuando las ve, cuando se mira al espejo cada mañana, recuerda, lo recuerda todo claramente. Siempre alardeaba de su extraordinaria memoria, pero no sabía que todas las noches, por más que lo intente de olvidar mediante todos los métodos conocidos y otros que había inventado, no podría deshacer el pasado.
Resignado a proseguir con su vida (como siempre), se levantó pese a que aún faltaban horas para ir a trabajar, fue al baño y se vio al espejo para chequear si sus ojeras seguían ahí. Era perfectamente consiente de que no se irían a ningún lado y que serían su estigma hasta el fin de los días, pero aquel día era diferente, se percató de que esta vez estaban más profundas, más oscuras y más presentes, borrando casi al instante todos sus demás rasgos faciales, pero aún así sus ojos, sus ojos delataban su miseria y un leve brillo hablaba sobre su culpa perfectamente consciente.
Ya no sabía que hacer, el suicido había dejado de ser una opción, desde que tomó la decisión de proseguir con su vida. Pedir ayuda de nada le serviría pues nadie era capaz de comprender su extraña situación o bien nadie le creería y lo tacharían de loco, y menos pensar en solucionarlo, simplemente no podía.
Es difícil ser consecuente con el pasado, y aún más aceptarlo sin saber que se está aceptando. Triste realidad es la de aquel que no recuerda nada pero a la vez lo sabe, siendo marcado sin poder olvidarle, el pasado nos hace quienes somos, y sus consecuencia nos siguen forjando tales como personas, pero ¿Cómo seguir aceptándolas sin recordad su causa? ¿Como olvidar que no recuerda lo que tiene que recordar?