domingo, 29 de mayo de 2011

Muere el poder, uno a uno (editorial)

¿No es, si no, la muerte del Comendador de Calatrava uno de los hechos que nos marcan y enmarcan en la real actualidad? Sin dudarlo se puede afirmar esto, puesto que es un hecho ya comprobado, juzgado y sentenciado. Al no haberse encontrado a un solo individuo culpable, si no que a todo el pueblo, se da muestra de a lo que la determinación y fuerza de un conjunto de personas relacionadas entre sí, ya sea por sangre o por mera cotidianidad, puede llegar a causar, dando como resultado un impacto tanto en ámbitos sociales como políticos.

El pueblo de Fuenteovejuna acusa y usa como razón al asesinato, el abuso cometido por su comendador, el cual se ve reflejado, según testimonios de los pobladores, en castigos injustos, negación a satisfacer los deseos lujuriosos del comendador, reclamando más tributos de los que se le brindaban, etc. En resumen, se afirma que había un abuso de poder concreto y a la vista de todos, sólo que por miedo a las represalias, nadie actuaba.

Pero todo tiene un límite, y al parecer, el comendador lo alcanzó con el pueblo. La indignación por el abuso, y la frustración de no poder hacer mucho contra el poder dieron como fruto la rabia contenida de la gente, arma muy poderosa y difícil de manejar. Como una sola identidad, el pueblo actuó bajo el amparo de su razón y la sed de la ausente justicia, haciéndola con sus propias manos, y así mismo como todos participaron, todos se culparon bajo un mismo nombre, sin pretender el ocultarlo, si no que al contrario, festejando y celebrando el descanso del tirano. Así es como sucede, sucedió y seguirá sucediendo en el transcurso del tiempo y la historia, no faltan los abusadores en cargos altos como no falta la sed de justicia del pueblo. Todos lo declararon y no se duda, no fue uno si no que todos, por ello, Fuenteovejuna lo hizo.