martes, 18 de enero de 2011

Como un sueño....

Debe de hacer la fila, me dijo un hombre de dudosa procedencia. ¿Una fila para qué precisamente? Para lanzarse, dijo adelantándome de forma rápida y sencilla. En cuanto alzé mi cabeza los vi a todos, formándose en un borde, mas bien orilla, sobresaliente de la pared rocosa que parecía ser infinita. Decidí formarme, aun sin la certeza necesaria para saber en que me estaba metiendo. Nadie se veía asustado ni triste, al contrario todos conversaban con todos y todos eran amigos de todos, en eso llegué a conocer bien a un par de toda esa multitud. Prefiero (y es que mi me memoria me impide lo contrario) dejarlos simplemente como anónimo 1 y 2. Anónimo 1 (que se encontraba adelante de mi persona) decía tener resuelta la cuestión de la vida, pero debía cerciorarse lanzándose (aún no sé a donde) para corroborar su teoría, en cambio anónimo 2 (atrás de mi) decía que se lanzaba únicamente porque no sabía razón alguna para ejecutar aquella acción. Yo ingenuamente pregunte que adonde y porqué uno se lanzaba, el primero en responder fue anónimo 2, quien dijo que el individuo se lanzaba según el o los motivos que le acosaran. De inmediato anónimo 1 agregó que el que salte puede o no morir, todo depende de donde caiga el cuerpo físico. Asentí intrigada por las palabras pronunciadas por estos 2 personajes. La fila avanzaba rápido y el tiempo parecía detenerse a gusto. Pronto llegó el turno de anónimo 1, quien sin dudarlo se despidió cordialmente, saltó y cayó sobre un árbol, estaba a salvo. Luego, mi turno, no sabía precisamente donde caería, había una piscina vacía y el suelo, nada cómodo si se piensa que se va a aterrizar de golpe y porrazo, pero no lo pensé más y me arrojé al precipicio. Mis instintos actuaron por mí y se aferraron a la tabla con una mano. Y ahí estaba yo, bamboleándome y aún dudando sobre donde caer con precisión. Al ver que la gente se estaba impacientando, me proyecté hacia la piscina vacía y decidí caer allí (aunque lo mas probable es que no sobreviviera). En cuanto me solté sentí exclamar a anónimo 2 que iba a morir, pero segundos antes de impactar contra el suelo, una ola de barro me azotó y disminuyó el impacto considerablemente. En resumen, me había salvado la vida. Luego me vine a enterar que esa "ola de barro" había sido controlada por uno de los tantos espíritus que por allí rondaban, así que me dediqué a buscarlo para lograr agradecerle el que me haya salvado la vida de la ingenuidad.
Luego de buscar esmeradamente, lo encontré como un joven de apariencia tímida (no lo recuerdo muy bien) chapoteando en el barro cerca de un barranco. Al momento de verme se enterró dejando al descubierto únicamente su dedo pulgar. Me senté a esperar que saliera.
Llegó la noche y decidió mostrarse completamente. Le di las gracias, un beso y me marché.

1 comentario: